Calor deprimente

Decir que el calor no me gusta es una forma de decir que no he aprendido a disfrutar de la vida tal cual, y estoy seguro que no soy el único porque veo gente a mi al rededor haciendo cambios radicales como sujetándose con las uñas de la esperanza que las cosas serán mejor. Mis uñas también se sujetan de detalles pequeños y absurdos para intentar encontrar algo que calle las voces de mi cabeza y me deje con cierto tipo de sensación de… paz? Calma? Algo, para poder dormir.

Hace muchos años que no me amanezco en el teclado.

Donde vivo tengo la oportunidad de ver el amanecer, cuando el sol empieza a aparecer detrás de los cerros y el color del cielo cambia de azul oscuro, o negro para los daltónicos como yo, hacia amarillo y luego gris porque con la contaminación de la zona el color azul nomás es una ilusión de querer que no haya smog. Ésta afirmación me ofrece una pista sobre los motivos de mi cling hacia cosas pequeñas y a veces absurdas, por ejemplo: dar una instrucción clara como “da la vuelta en el siguiente pasillo hacia la izquierda” y se pasen el pasillo, y ahora sumémosle el nerviosismo y no sepan que hacer porque con mi mala vibra que ha llenado el auto ahora se pasen mas pasillos y el tema se vuelve exponencial.

He buscado la respuesta a esta característica que cada ciertos días me sume en una insuperable frustración porque el desorden y la falta de atención abundan en la vida. Hace años rompí una puerta de un auto porque había tanta frustración, depresión, enojo, whatever, dentro de mi que la furia me poseyó y terminé con ese… episodio. Debo aclarar que cuando digo “ciertos días” me refiero de Lunes a Domingo y no sé, qué se le va a hacer? Seguir buscando la respuesta quizá.

Neurótico podría ser la palabra que encierre la respuesta. Un psiquiatra podría ayudarme a saber si esa es la palabra, o simplemente “berrinchudo” serviría. He llegado a creer que simplemente soy malcriado e inmaduro y es posible que así sea. Hoy en día hay tantas palabras con las que uno, o alguien más, puede describir el comportamiento que resulta realmente complejo saber por dónde empezar a ser feliz nomás porque si. Aprender a ser feliz debería ser una clase obligatoria en vez de Ciencias Sociales o Civismo. Nadie resulta civilizado ni con un lugar en la sociedad al final de la escuela. Bueno estoy hablando por mí en realidad, y por todos aquellos que cuando el semáforo amarillo, o ámbar para los que ven bien los colores, aceleran para pasar aunque al final se pasen el rojo; para ellos tengo palabras groseras.

Me agota mi mente, su constante ruido y la falta de respuestas. Me agota tanto que cuando finalmente duermo me quedo a la mitad de una conversación que tenía para pasar el tiempo mientras todos duermen, mientras los perros ladran a lo que sea que le ladran, mientras un vecino sigilosamente se estaciona pero al final activa la alarma que, para este momento, suena como una trompeta junto a mi oído izquierdo. Al final el frío de la noche me arrulla, porque el calor me despierta y la cascada de preguntas golpean mi mente.

Al otro día, aunque en la noche haga frío, vuelve a amanecer e inevitablemente abro los ojos y respiro profundamente disfrutando el aire fresco que aún queda. Porque me recuerda el descanso que he tenido y al exhalar simplemente me deprime enterarme que hará calor nuevamente.

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